
El Salón Elíptico del Congreso de la República se convirtió este lunes en escenario de uno de los momentos más desgarradores que ha vivido la política colombiana en los últimos años. A las 9:00 p. m., y en medio de un silencio sepulcral, llegó el féretro del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, asesinado en un atentado en Bogotá el pasado 7 de junio.
La escena que marcó el inicio del homenaje fue tan conmovedora como dolorosa: su padre, Miguel Uribe Londoño, y su esposa, María Claudia Tarazona, se inclinaron sobre el ataúd, lo abrazaron y permanecieron fundidos en un llanto inconsolable. Los presentes, entre ellos congresistas y familiares cercanos, quedaron inmóviles ante la intensidad del momento.
El coche fúnebre había partido horas antes de la Fundación Santa Fe de Bogotá bajo estricta custodia, marcando el inicio de tres jornadas de tributo nacional organizadas por el Senado y la Cámara de Representantes. Durante estos días, líderes políticos, colegas y ciudadanos podrán rendir su último adiós a quien fuera una de las voces más jóvenes y preparadas del Congreso.
En un acto que unió dolor y fortaleza, María Claudia Tarazona pidió a los colombianos rechazar la violencia y cualquier intento de venganza: “Rechazo cualquier acto de violencia o venganza por la muerte de Miguel”, afirmó con voz quebrada, pero firme. También agradeció a los médicos que lucharon por su vida, en especial al neurocirujano Fernando Hakim, por su entrega durante los más de dos meses que duró la batalla clínica.

El féretro permanecerá en el Capitolio Nacional hasta este martes, cuando se abrirán las puertas al público para permitir el ingreso de quienes quieran despedirse y recordar la trayectoria del senador que, con tan solo 39 años, ya había dejado una huella imborrable en la política del país.