La juramentación de Nicolás Maduro para un tercer periodo dejó un mensaje claro: el aislamiento internacional y el descontento interno son protagonistas en Venezuela.
Caracas vivió una jornada insólita este 10 de enero. Las calles, habitualmente llenas de vida, lucieron desoladas mientras Nicolás Maduro se autoproclamaba presidente por tercera vez en una ceremonia marcada por la controversia y el rechazo. Los ecos de esta juramentación, realizada bajo señalamientos de fraude electoral y golpe constitucional, reverberaron no solo en Venezuela, sino en el mundo entero.
Un acto cuestionado y con escasa asistencia
Lejos de la majestuosidad que suele caracterizar este tipo de eventos, la ceremonia se llevó a cabo en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo, un espacio reducido que contrastó con la baja convocatoria. Maduro juró sobre un ejemplar de la Constitución de 1999, una ironía para muchos, ya que dicho texto prohíbe la reelección indefinida, eje de las críticas al régimen chavista.
El oficialismo intentó disfrazar el acto con una fachada de festividades: tarimas, música y miles de funcionarios en las calles. Sin embargo, la ausencia de ciudadanos y el vacío simbólico del evento resaltaron más que cualquier discurso.
“Le ganamos al imperio”
En medio de un público reducido y de aliados incondicionales como los presidentes de Cuba, Nicaragua y el Congo, Maduro lanzó una provocadora declaración: “No pudieron con nosotros. Este es un triunfo del pueblo que resiste al imperialismo.” No obstante, estas palabras parecieron más una arenga para reforzar a sus bases que un mensaje de fuerza real.
El rechazo del mundo
El aislamiento internacional quedó en evidencia con la ausencia de líderes de peso en el evento. En paralelo, una avalancha de sanciones económicas y diplomáticas por parte de organismos internacionales y países como Estados Unidos, Canadá y miembros de la Unión Europea subrayaron el desconocimiento de este tercer mandato. La Organización de Estados Americanos (OEA) no tardó en calificar la juramentación como ilegítima y un golpe a la democracia.
El silencio de Caracas: un grito de protesta
Mientras Maduro levantaba la mano en señal de victoria, Caracas permanecía en un inquietante silencio. Las calles, que en otro momento habrían sido escenario de celebración oficialista o de protestas opositoras, se limitaron a ser testigos del descontento y la apatía de un pueblo cansado.
La oposición denuncia una dictadura consolidada
Edmundo González, reconocido por varios países como el presidente legítimo de Venezuela, calificó el acto como una farsa. “Este no es un acto de democracia, es una burla al sufrimiento de millones de venezolanos”, afirmó González, quien ha prometido liderar una transición pacífica en el país.
Venezuela en una encrucijada
La juramentación de Nicolás Maduro no solo profundiza la crisis política y social en Venezuela, sino que deja en claro su creciente aislamiento en el panorama internacional. Aunque el régimen intenta proyectar una imagen de poder y control, las grietas en su legitimidad son cada vez más evidentes.
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